¿A qué nos referimos cuando decimos conversar literariamente?

 

La escuela debe ser facilitadora de crear la ocasión para que las y los estudiantes tomen la palabra. Me refiero a la palabra literaria, que no es innata como la capacidad de adquisición del lenguaje, sino más bien, se práctica, se comparte, se piensa y se formula con otros. Chambers manifiesta en Dime “no sabemos lo que pensamos hasta que nos oímos decirlo”, esto también sucede con los significados que le otorgamos a las lecturas que hacemos. Es necesario que los y las docentes brindemos momentos para conversar sobre los libros que leemos en la escuela. No se trata de una conversación simple o sin sentido, más bien de una que entreteja los hilos, que arme y desarme, que siembre semillas posibilitadoras de sentidos para cada lector. 

Al pensar en el enfoque propuesto por el Diseño Curricular de Argentina, en él se destaca a la oralidad como “uno de los instrumentos privilegiados de construcción de conocimientos” (2004) y sobre la palabra, Aidan Chambers agrega “todo es honorablemente comunicable”, en este sentido debemos propiciar un ambiente de respeto, confianza y seguridad para que cada quien se sienta cómodo transmitiendo sus ideas. 

 

Planificar una conversación literaria no es listar de forma acabada las preguntas que queremos que nuestros estudiantes respondan, es más bien un repertorio que los docentes podemos tener para guiar la charla.